Artículo y fotos realizados por:
Juan Cárlos Suárez Revollar
Escritor y periodista
—¡No, no es lo mismo! —le dice Zoelia a Gronelio. Este la escucha absorto, con la mirada perdida en un lado del teatro. Zoelia sigue—: La familia es una cosa y la herencia es otra. Hay familias que tienen herencias, hay herencias que no tienen familia.
María Teresa Zúñiga encarna a Zoelia, al menos sobre el escenario. Va vestida con los harapos de una anciana a quien ya no queda nada, ni siquiera el mundo al que ya se siente ajena. Zoelia solo tiene a Gronelio, el marido al que los años y el cansancio han envejecido: también han acabado con él.
Como Zoelia y Gronelio (1993), las obras más relevantes de María Teresa Zúñiga están conformadas por un dueto con una relación tirante que fluctúa entre la oposición y la empatía. Mades Medus (1999) tiene a dos comediantes, uno viejo y otro joven, que han absorbido parte de la personalidad del otro; en tanto Génesis y Victoria hacen un ajuste de cuentas desde su feminidad contra una sociedad en guerra (Génesis, 2019).
La obra
Si bien el grueso de la producción de María Teresa Zúñiga se enmarca en el teatro, ya sea como dramaturga, directora o actriz, hay mucho más en su obra. Los otros dos géneros que ha abordado con éxito son la poesía, con la que se inició, y más recientemente la novela. Es evidente que las historias y los personajes de la autora no corresponden a la realidad real. Se desenvuelven en pequeños mundos que pueden parecerse al nuestro —pues toman elementos de él— sin llegar a salir del barniz de ficción del que son parte. Es el caso de Una hora bajo el puente, que continúa la exploración iniciada en Zoelia y Gronelio y retomada en Atrapados: personajes marginales y desposeídos que intentan sobrevivir a una sociedad destruida. Mouse y Power —símbolos de la individualidad y el poder— hacen un contrapunto donde este intenta no ser conmovido por aquel. Power es el absurdo arrendador de un espacio que pocos quisieran habitar: la sombra de un puente. Pero el trasfondo de la obra es una sociedad en ruinas y un pasado —¿revolucionario?— que ambos comparten.
Al contar una historia el autor aborda un tema o preocupación que, a su vez, guía cada acción de los personajes. Esto es independiente de si el tema muda de un escrito a otro o se mantiene en una exploración permanente a lo largo de toda su obra. Los personajes de María Teresa Zúñiga abordan esas cuestiones desde su posición privilegiada, pues son ajenos al mundo como lo conocemos y son capaces de vernos desde fuera. Por eso mismo pueden sondear las circunstancias que rigen el alma humana y desnudar su condición más básica. Y si bien no necesariamente contestan las preguntas que van haciendo surgir, trasladan al lector-espectador el rol de buscar esa respuesta.
Nos encontramos frente a una serie de dípticos actorales, donde un personaje de rasgos peculiares en un ámbito alejado del convencional es capaz de delinear la existencia y desenvolvimiento del otro. Mades Medus recorre un territorio donde la ficción y el arte se convierten en base de dos seres marcados por la cimentación de realidades a partir de sueños. Pero es también la deconstrucción del actor itinerante a la vieja usanza: la de un Molière que lo da todo —incluso su propia vida— al teatro.
Pero este continuo tira y afloja de dos personajes a la hora de desarrollar una historia también abarca a la novela. La casa grande (Acerva, 2016) fluctúa entre dos mujeres en una relación de complementariedad-oposición. Igual a Génesis, es la historia de una abuela y su nieta, pero contada desde el punto de vista de esta última, quien además es una niña y alter ego de la autora. Llama la atención que mientras en La casa grande se percibe mayor empatía de Zúñiga con la niña, en Génesis eso se da con la abuela. Se trata de dos roles que han ocurrido en su propia vida: la niña que fue y la abuela que es.
María Teresa es Zoelia: la Zoelia que explora y construye una realidad que solo puede ocurrir durante la puesta en escena. Porque hay vidas que, como la de Molière, solo pueden ser vividas en función del teatro. Y Expresión es esa compañía teatral —la herencia que halla por fin a una familia— para la que varias vidas, la de todo un núcleo familiar, han encontrado su razón para existir.
Grupo de Teatro Expresión
María Teresa Zúñiga fundó en 1986 el Grupo de Teatro Expresión junto a Jorge Miranda, quien iba a ser su esposo y cómplice en un derrotero teatral que se mantiene hasta la actualidad. Pronto sus dos hijos —entonces todavía niños— se integraron al grupo hasta que, al crecer, fueron asumiendo roles de mayor relevancia que, hoy en día, los pone a la par con sus padres: la herencia y familia expresada por Zoelia.
De hecho, Expresión es una familia no solo por el parentesco que hay entre sus miembros, sino por ese brazo protector que rodea y acerca a sus integrantes, sean parientes o no. Ese soporte emocional, sumado al funcionamiento de una compañía capaz de aportar la logística para el montaje de su producción teatral, ha permitido a María Teresa Zúñiga crear una vasta obra a lo largo de las últimas tres décadas. Ya como actriz, ella interpreta a Zoelia y Jorge Miranda a Gronelio. Y si bien predomina la ficción, es inevitable percibir un matrimonio más auténtico debajo de la indumentaria de ambos personajes. Sus hijos también son actores en piezas teatrales como Mades Medus, Atrapados o Una hora bajo el puente. Compartir una misma percepción estética del teatro como texto literario y guía para la construcción e interpretación de personajes y de la puesta en escena es vital en estos casos para el desarrollo de las obras. Aun así, ningún montaje de Expresión es idéntico al anterior. Se trata de pequeñas mejoras permanentes que refuerzan el mensaje y el efecto sobre el espectador.